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Daniel Martínez2019-02-12T02:23:55-03:00
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ací y crecí en Ramos Mejía, provincia de Buenos Aires. Disfruté mucho de mi infancia, entre juegos, amigos de barrio y de mi colegio, sin haber quemado etapas y con un gran cariño por mis padres.
Adoraba andar en bicicleta y debido a mi altura, cada año en época de Reyes Magos, recibía una nueva. Pasaba los domingos jugando al vóley en la calle, armando carritos de rulemanes, y ayudando a mi abuela Gloria a juntar higos en el patio de su casa.
La naturaleza siempre me inspiró: la intensidad y diversidad de las plantas, de las flores en todos sus colores. De pequeño sembraba pensamientos y lirios en el jardín de la casa donde me criaron  mis padres.

Todo empezó a partir del arribo de una crisis personal que se disparó a través de algo casi desconocido en aquella época, hace más de treinta años, y que hoy comúnmente se define como “ataque de pánico”.

Esta circunstancia me llevó a buscar la solución a través de un profesional de la psicología. Si bien el rubro inmobiliario y la construcción fueron durante muchos años una apasionada ocupación y profesión, el inesperado –y para nada casual- encuentro con la psicología a través del rol paciente durante algunos años, y el cariño que me generó el vínculo con mi terapeuta, despertaron en mí el deseo de transitar la vocación de bucear en las profundidades de la mente humana, sin dejar de lado la conjunción de ésta con el cuerpo y el alma.
Durante el transcurso de mi terapia, una amiga y actriz a la que quise mucho, Jorgelina Aranda, me dijo: “vos tendrías que hacer un programa de radio a la madrugada, hablando al aire con la gente sobre cosas de sus vidas”. Al año de este diálogo nació “Buenas Compañías”, programa de radio que conduzco hace ya 25 años, y que en la intimidad de la madrugada me ha facilitado conversar al aire a través del teléfono con oyentes de diferentes edades, condiciones sociales, profesiones y partes del mundo, haciendo que la mayoría de esas charlas se convirtieran en un encuentro de confesiones profundas.
Entre tanta diversidad de temas y cuestiones que se sucedían a través de la radio, llegó la numerología a mi vida. Esta disciplina apasionante, por cierto, despertó en mí una increíble curiosidad. Pues desconocía en absoluto que aquel personaje de la historia al cual estudié dentro del famoso teorema, o sea, Pitágoras, fuera también el creador de la numerología. Esto me llevó a investigar, buscar e inclusive ejercitar su gran utilidad incorporándola en las charlas con oyentes de mi programa. Hoy en día, después de 25 años de haberla descubierto, la utilizo como una herramienta fundamental e indispensable, que me permite la posibilidad de conocer características, conflictos y sus puntuales caminos de salida de las personas que me consultan como profesional de la psicología.
En el año 2000, un conocido escritor me pidió que diera la charla de presentación de su tercer libro. A partir de ese momento descubrí la relación que existe entre el escritor y sus lectores, y decidí escribir mi primer libro. Hoy llevo siete libros y escritos, y estoy pensando el tema del octavo.

Mi pasión por la vida, la sorpresa y gratitud producidas por la profundidad y la confianza de las charlas en la soledad de la noche con sólo el micrófono como testigo, y el complemento de la numerología como herramienta de ayuda para el mejor conocimiento del otro, me llevaron al deseo de conquistar un lugar profesional dentro del mundo de la psicología.

Así fue que inicié ese camino, a través del estudio de la Tecnicatura Superior en Consultoría Psicológica, la cual me motivó a seguir formándome y creciendo como profesional hasta llegar, posteriormente, a doctorarme en Psicología.
A partir de largos años de experiencia, llegué a la conclusión de que no existe, entre tantas, una única corriente psicoterapéutica que pueda descubrir con certeza y en consecuencia resolver los conflictos de toda persona. Es decir, que no es el paciente quien debe adaptarse al método que haya elegido el profesional para desempeñarse, sino todo lo contrario: es el terapeuta quien debería, bajo una postura básicamente ecléctica, elegir qué herramientas utilizar para acompañar al paciente en aquello que Carl Gustav Jung describía como “el proceso de la psicoterapia consiste en acompañar al paciente al maravilloso encuentro consigo mismo”.

Siempre creí que el dolor, en compañía, duele menos.

A través de esta creencia he diseñado talleres vivenciales sobre miedos, decisiones, vínculos, entre otras temáticas; que me llevaron a recorrer casi todo el país y a experimentar las indescriptibles sensaciones y emociones que se producían al compartir estos encuentros entre cientos de personas.
En el transcurso de estos años, he conocido muchísimas personas dedicadas a esta profesión. Entre todas ellas, he elegido a quienes hoy forman parte del equipo de profesionales de Buenas Compañías. De manera interdisciplinaria, nos complementamos para la atención de las diferentes personas que acuden a nosotros en búsqueda de los recursos necesarios que le proporcionen, en definitiva, una mejor calidad de vida.
Como siempre digo: gracias por estar.

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